"Si el deporte no existiera, el mundo sería más aburrido". Valentino Rossi.

domingo, 25 de enero de 2015

Negar la evidencia

Ayer en Córdoba Cristiano Ronaldo perdió los papeles una vez más (ya son 5 expulsiones con el Real Madrid sin el balón de por medio) con una desproporcionada agresión al brasileño Edimar. Pero eso no fue lo peor. Cuando se dirigía a las duchas tras ver la tarjeta roja, el portugués tuvo un feo y antideportivo gesto con la afición local, al frotarse varias veces la insignia de campeón del mundo, como presumiendo de ello. Una muestra más de prepotencia y vanidad de un jugador que, pese a su innegable calidad, también tiene defectos por mucho que algunos lo quieran tapar.

Y es que, por desgracia, este tipo de menosprecios cada vez sorprenden menos en él. Si repasamos su historial, nos encontramos con varios casos. En verano de 2010, nada más quedar eliminado del Mundial de Sudáfrica a manos de España, Cristiano le soltó un escupitajo lamentable a un cámara mientras le grababan. Un año después, tas un partido de Champions en Zagreb, declaró en zona mixta que el motivo por el que los aficionados locales le pitaban era porque "soy bueno, guapo y rico y me tienen envidia". Así, tal cual. En Abril de 2012 en Pamplona, mientras celebraba un golazo que le marcó a Osasuna, no se le ocurrió otra cosa que levantarse el pantalón y señalar su muslo derecho en gesto desafiante, presumiendo de sus condiciones físicas. Son tres ejemplos, pero el más reciente (hasta el día de ayer) y que primero nos viene a todos a la cabeza tuvo lugar hace unas semanas en Zúrich. Fue durante la Gala del Balón de Oro. Como colofón a su discurso de agradecimiento, el portugués cerró los puños, frunció el ceño, miró a la cámara y soltó un "uuuuuuhhh" que se recordará como uno de los momentos más patéticos de la Historia de la gala. Mucho se ha hablado sobre el gesto. A unos, como es mi caso, les pareció prepotente, inapropiado y totalmente fuera de lugar. Sus defensores en cambio, lo exculpaban diciendo que era un guiño a sus compañeros y su manera de exteriorizar la alegría por el premio. Yo cuantas más veces repaso el momento, más chulería y prepotencia veo la verdad. Más allá del propio grito en sí, si analizamos con calma su expresión facial, sobretodo justo después de emitirlo, entenderemos mucho mejor de qué hablo. Si esto es un gesto de alegría o agradecimiento, que venga Dios y lo vea...


Pero lo que más me molesta a mí, incluso más que el comportamiento de Cristiano (que bueno al final cada uno es como es y a veces es difícil controlarse) es la campaña de lavado de imagen constante de muchos madridistas. Suelen argumentar que su actitud se produce en respuesta al maltrato que recibe por parte de las aficiones rivales, y que todos le tienen envidia por lo bueno que es. Pero entonces, ¿por qué se meten más con él que con otros cracks? Mucho más que con Messi por ejemplo. Cristiano Ronaldo es, posiblemente, el jugador más odiado por las aficiones rivales en España. Ojo, quiero dejar claro que los insultos son totalmente injustificables, y no estoy aquí defendiéndolos ni mucho menos, pero la realidad es que el portugués genera mucha animadversión allá donde va. Yo sinceramente pienso que son sus gestos y actitudes lo que en gran parte lo provoca. ¿Sus cualidades futbolísticas? Están fuera de toda duda. Lleva 4 o 5 años entre los 3 mejores jugadores del mundo y para mi es el mejor rematador a puerta del momento... y posiblemente uno de los mejores de la Historia. Sus cifras goleadoras ahí están. Pero no me gusta la gente que tapa las cosas, que intenta lavar la imagen a toda costa. Una cosa no quita la otra. Si sus actos son reprochables, se reprochan y no pasa nada. No se puede negar la evidencia.

viernes, 16 de enero de 2015

¿Matar al mito?

¿Disciplina o auto-gestión? ¿Autoridad del entrenador o libertad de la estrella? ¿Trato igualitario o personalizado? Son preguntas muy recurrentes en el mundo del deporte, sobre el eterno debate de cómo se debe llevar el grupo por parte del entrenador. Hay opiniones de todo tipo. Estos días tal debate está muy de actualidad en Barcelona. 

La cada vez más deteriorada relación entre Luis Enrique y Leo Messi estalló definitivamente la primera semana del año. En el entrenamiento vespertino del Viernes 2, dos días antes del Real Sociedad-Barcelona, el crack le recriminó al técnico que no le pitase una falta durante el partidillo, y ambos se engancharon en una fuerte discusión. Cuentan que algún peso pesado tuvo que mediar para que la cosa no fuese a más. El Domingo 4, Luis Enrique decidió dejar a Leo en el banquillo de Anoeta, y al argentino no le sentó nada bien. Al día siguiente, el jugador se borró del entrenamiento a puertas abiertas simulando una gastroenteritis. Pero todo esto sólo ha sido la punta del iceberg. Aunque las tres últimas victorias (Atlético en Liga y Elche en Copa), parecen haber calmado algo al siempre complicado entorno culé, la verdad es que jugador y entrenador no acercan posturas. Prueba de ello, la enorme frialdad con la que Messi recibió el mensaje de su técnico en la Gala del Balón de Oro, el pasado Lunes. Desde hace ya un tiempo la relación entre ambos se ha venido complicando. La manera autoritaria que tiene el asturiano de llevar un vestuario parece no haber sentado bien a la estrella, de carácter ya de por sí complicado, quien además no soporta a algunos integrantes del staff técnico, sobre todo al psicólogo. Luis Enrique ya tuvo problemas en la Roma cuando decidió sentar en varios partidos a la leyenda romana Totti. Y es que parece que en su metodología está el tratar a todos por igual. Se llame como se llame. En principio, puede parecer la estrategia adecuada y la más justa, pero cuando en tu equipo tienes a un mito, uno de esos jugadores que salen cada 50 años, la cosa cambia. Y a lo mejor lo más inteligente es crear todas las condiciones para que el mito esté a gusto. Porque con él a gusto, los triunfos llegarán, y con ellos la felicidad de mucha gente. Guardiola, por ejemplo, lo entendió perfectamente y con él se vio al mejor Messi. También lo entendieron en Chicago, en los años 90, cuando disfrutaban del posiblemente mayor mito de la historia del deporte. Michael Jordan era conocedor y daba su consentimiento a todas y cada una de las decisiones que se tomaban en la franquicia de Illinois, pero hay una anécdota en concreto que lo escenifica muy bien. Fue durante la noche del Draft del año 1997. Jerry Krause, General Manager de los Bulls, consciente de la veteranía de aquella plantilla, estaba decidido a hacer algún movimiento con tal de rejuvenecerla, pensando en el futuro. La decisión estaba tomada. Enviarían a Scottie Pippen (32 años) a los Toronto Raptors, a cambio de la cuarta elección del Draft, que pensaban utilizar en el prometedor Tracy McGrady. Pero cuando todo estaba listo, una llamada de Jordan, amenazando con la retirada si traspasaban a su mejor amigo, dio al traste con la operación. Aquella temporada, con Jordan y Pippen al mando, los Chicago Bulls ganarían su sexto anillo de la NBA.

Ojo, no quiero decir que esté en contra de la disciplina y autoridad de entrenadores o directivos. Todo lo contrario, con el 99,9% de los jugadores éstas se deben aplicar, sobre todo para la buena dinámica del grupo y que nadie se sienta discriminado. Pero no con las leyendas. Salen muy de vez en cuando y las debemos cuidar. Curiosamente además, en sus vestuarios no suele pasar nunca nada, porque sus compañeros (como ocurre en este Barça y ocurría en aquellos Bulls) son los primeros que aceptan el status de su estrella y sus privilegios. Porque se los ha ganado. Y si la estrella sigue a gusto, ellos ganarán. Y ganaremos los aficionados, los verdaderamente importantes en este negocio. Y es que, no lo olvidemos, la gente que ama el deporte en todo el mundo lo hace por mitos como Leo Messi o Michael Jordan, y no por los entrenadores o directivos de turno. No matemos al mito.